martes, 31 de julio de 2018

Demasiado rápido...

Te fuiste demasiado rápido...

Hay veces en que todo se mueve con una rapidez que hace difícil seguir la estela hasta del pensamiento. Hay veces que las palabras se vuelven esquivas y se desvanecen, tan veloces como han llegado. Y con esa rapidez viviste tu vida, amigo.

Moriste como viviste, moriste como viviste, con esa rapidez con la que lo hacías todo. Verte trotar por el Malecón, atravesando el puente del agua, simplemente porque era más rápido que dar la vuelta. Tu progresión en carrera, nos dejaba a todos atrás, a pesar de salir a entrenar mucho más que tu. Tu abnegación, tu entrega, tu fe en lo que hacías, en todo lo que hacías, eso era ir rápido, amigo.

Y tal y como viviste, te fuiste. Con ese golpetazo duro, seco. Con esa forma de no estorbar, de hacer las cosas, simplemente, a tu manera. Y esa manera incluyó desaparecer sin dar tiempo a decirte adiós.

Hoy, todavía a meses de tu partida, te echo de menos. Porque no nos diste tiempo a nada, ni tan siquiera a creer que ya no estabas. Porque a pesar de tu rapidez, a pesar de que no se te podía ver el pelo una vez que decidías salir corriendo, tomando decisiones, actuando, te hiciste de querer. Porque tu presencia no era ajena, ni se puede olvidar tanto tiempo ni tantas cosas juntos. Porque el trabajo era para vivir, a pesar de que a veces, vivíamos para trabajar.

Allá, donde estés si estás en algún lado no te olvides tú de nosotros. Todos te echamos de menos, y a muchos nos hacías falta, mucha falta. Seguiremos, porque todos seguimos, porque no nos queda otra; pero no sigas corriendo tanto, de esa manera que era imposible seguirte.

Por eso, por mucho que lo intento, nunca lograré alcanzarte...



No hay comentarios: